Por: Oscar Moncada Duarte Venezuela:la represión de la narcocleptocracia y Siria. El caso venezolano debe asombrar al mundo no desde la aproximación comparada a la de los pueblos ancestrales del continente africano – no – sino desde el análisis acucioso y profundo de cómo se es capaz de destruir las posibilidades de vida futura de una nación emergente en el concierto de las naciones con inmenso potencial por sus riquezas. No hay justificación alguna para el actual sufrimiento de la sociedad venezolana. No puede haber algún basamento ideológico a estas alturas de la civilización humana para aceptar éticamente y moralmente el comportamiento de los gobernantes de Venezuela. No hay semejanzas en sus métodos de represión, son estrictamente iguales en su actuación al de régimen de Siria porque ambos regímenes les motiva el mismo propósito: mantenerse en el poder a costa de la matanza y tortura y cárcel para quienes aspiran los aires de una primavera llena de Paz y Libertad bajo la democracia como forma de gobierno. O es que difieren los actos de Bashar al-Ásad cuando los aviones de la fuerza aérea de su gobierno salen a bombardear con armas químicas a una población indefensa atrapada en la tragedia de un conflicto y la acción de los funcionarios del Sebin del recién pasado lunes 10 de abril, quienes desde un helicóptero, – identificado ya – lanzaban bombas lacrimógenas directamente sobre las cabezas de los manifestantes, con la única intención de asesinar a quienes pacíficamente marchaban al defensoría del pueblo a pedir acciones acordes a su ejercicio constitucional y reclamar justamente nuestros derechos ciudadanos ante el régimen narcocleptocratico de Nicolás Maduro, siendo nuestras exigencias una salida constitucional y electoral para la crisis social donde nos ha sumergido esta delincuencia gubernamental, y comenzar con la reconstrucción inmediata de una nación en escombros, tal como la nación Siria. Pues mis estimados compatriotas, no hay diferencias, solo magnitud y alcance con la crueldad con la que actúan, pero al fin, son actos criminales de una banda de matones cuyo aprecio y respeto por la vida de sus congéneres no son parte de sus valores humanos. Es por ello que hacemos un llamado a la Comunidad Internacional decente y democrática para que oficie de urgencia a las Naciones Unidas y a la Corte Penal Internacional para se recaben todos los indicios de un expediente voluminoso de violaciones a los Derechos Humanos y al derecho de la protección a la vida que todos los seres humanos tenemos como legítimo derecho por ser parte de este planeta. No puede haber fronteras ante la ignominia, ante la crueldad depredadora de unos sujetos venidos en sucesores de unos regímenes autoritarios y asesinos. Uno (Musulmán chií (alauí) heredó el mandato de su padre quien gobernó por más de 29 años al pueblo de Siria; y el otro el sucesor de una mafia política que lidero Hugo Chávez desde 1999 hasta la fecha, cleptómana y corrupta, y que comenzó su mandato producto de un fraude social y electoral que se consumó el pasado Abril 2013. A ambos sus sociedades los detestan, porque son el peor referente para gobernar en democracia. Son el engendro del mal. Es decir, los herederos Adolf Hitler. No hay diferencias. Son iguales.

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